viernes, 4 de noviembre de 2011

En tus ojos azules


La sala era aséptica y gris. Al menos, así la sintió mi ánimo. Sentí frío, mucho frío. Tumbada en aquella camilla, cubierta tan solo con una sábana verde que parecía fuera a caerse al suelo en cualquier momento deslizándose por mi cuerpo desnudo, esperaba…


Solo unos minutos antes un hombre grueso me había cogido en brazos y me había depositado allí, bajo un gran plato circular cuajado de luces. Al parecer algún aparato impedía el paso de la cama con ruedas en la que yo viajaba, al lugar central de la estancia donde debía dejarme. Él, airado por las palabras que otro hombre vestido de verde le decía y convencido de que podría fácilmente con el peso de una mujer tan delgaducha, no dudó en solucionar aquel inoportuno problema llevándome “aúpas” como llevan a un niño a su cuna.

Es curioso como la memoria graba algunas situaciones de nuestra vida de tal manera que recordamos hasta el más mínimo detalle de esos momentos y nada del resto de ese día, de ese mes o incluso de aquel año. Así mi mente guarda cada instante de esos breves minutos antes de aquella intervención.

No puedo precisar el tiempo que permanecí sola. Esperaba, al llegar a aquel lugar, escuchar el ruido del ir y venir del equipo preparándolo todo. Como había visto en la TV. Imaginaba a los médicos dispuestos junto a la camilla, con las manos levantadas, enfundadas en guantes de látex, esperando mi llegada para comenzar la operación rápidamente. No fue así.

Me viene a la memoria, como una secuencia de una película que se repite una y otra vez, aquel olor a lejía y a medicinas. El dolor intenso producido por el celador al levantarme ambos brazos y quitarme el camisón, ignorando que tenía partida la clavícula, se unía ahora al dolor continuo que sentía en la cabeza. Abotargada por las medicinas y temblando por el ambiente gélido, no acertaba a reconocerme. Desnuda, sin perfume, sin maquillaje y sin la melena cubriéndome la cabeza y los hombros- aquella melena que era parte de mí, de mi personalidad, la imagen de mi misma-, me sentía totalmente indefensa. Todo lo que yo era parecía haber desaparecido desde aquel accidente, junto a la felicidad y a la alegría.


La idea de que me tuvieran que abrir el cráneo y hurgar en su interior para quitar aquel dolor y aquella opresión que hacían peligrar mi vida no me convencía. Suponía que era como quien intenta matar una mosca a cañonazos. Demasiado agresivo y peligroso como para surtir efecto.

Pero no tuve elección. Aterrada por la idea de que fuera solo mi cuerpo el que sobreviviera a todo aquello, que mi alma, mi conciencia, escaparan de su jaula al abrirse de aquella manera, sufría quedamente, sin sollozos, manteniéndome a la espera de lo que sucediera…

Me asustaba tanto la idea de morir por dentro y seguir con vida sin sentir, sin hablar, sin oír, sin querer y sentirme querida que la idea de no superar la operación me parecía una buena solución. Si pudiera dejar esta vida sin causar sufrimiento a mis hijos por su pérdida, la muerte no supondría para mí angustia pero la idea de que ellos se quedaran sin madre me producía tal tristeza que apenas me dejaba respirar. Además el temor a lo desconocido también me angustiaba. Una lluvia de terribles pensamientos me calaba hasta los huesos.

Mis lágrimas caían sin fuerzas. Me sentía completamente abandonada. Deseaba que algo ocurriera. Mis temblores se volvieron convulsivos. ¿Dónde se fueron todos? De pronto sentí un roce en mi mano. Abrí los ojos y te miré asombrada. Estabas de pie junto a mí y con tu mano acariciabas la mía.
Totalmente vestida de verde, cubrías tu rostro con una mascarilla que solo me permitía ver tus ojos. Me dijiste.” Tranquila, todo irá bien, abandónate”. No solo recuerdo cada palabra; Tu manera de expresarte, con tanta ternura y serenidad provocó en mí una sensación de paz difícil de explicar.

Sonreías. No ver tu rostro no me impidió saberlo. Te miré a los ojos. Eran azules, de un azul tenue como el cielo en primavera, entre el gris del invierno y el intenso azul de Julio. El contacto de tu mano y tus breves palabras llenas de esperanza me tranquilizaron. Dejé de tiritar y, ajena a lo que ocurría a mí alrededor, y con la mirada bañada en lágrimas quise decir algo pero no pude.

Solo podía ver tus ojos. Encontré belleza en un lugar donde no había nada bello. Parecías decirme“-Dáme la mano” en el momento que un tremendo calor recorrió mis venas. Entonces ocurrió. En un instante el dolor desapareció. Sentí un agradable calor, como el de los atardeceres en los días de verano. Una luz tenue brillaba a mí alrededor. El cuerpo no me molestaba, me sentía ligera y tranquila, no había ruido, solo sentí la calma y la paz que ansiaba. Fue entonces cuando supe que nada malo iba a pasarme, que nadie podría ya hacerme daño, que no debía temer, lo desconocido se hizo conocido y dejé de tener miedo.

Tus ojos fueron la gran ventana que se abrió ante mí para mostrarme aquel hermoso día claro. Sentí una apacible voz llamándome, sin gritar, callandito:”-Venga, no te quedes ahí parada, siente tus alas a tu espalda y vuela, yo estaré contigo”.
No estaba sola, nunca había estado sola. Como explicar lo inexplicable. Supe que no debía preocuparme por mis hijos, que ellos eran eternos, que siempre estaría junto a ellos, pasara lo que pasara. Les vi sonriendo y felices.

No recuerdo que pensara fuera aquel lugar la antesala al más allá. Estaba tan a gusto y con tanta paz que no me importaba haber muerto. Sin dolor, sin sufrimiento, sin lágrimas, pasé a formar parte de aquella armonía, de aquella paz que me invadía, y a la que me unía para formar un todo más grande aún.

Sonreía sin preguntarme, sin preocuparme de nada, solo disfrutando de tanta belleza cuando sentí nuevamente un dolor agudo. Cerré los ojos un momento y, al abrirlos de nuevo, sentí mi pesado cuerpo aprisionándome. Sentí nauseas, dolor. Pronto me di cuenta que estaba en el hospital de nuevo. Tuvo que pasar un tiempo para que pudiera comprender por qué tuve que dejar aquel profundo bienestar y volver de nuevo.

No volví a encontrarme con tus ojos. No pude preguntarte, no pude agradecerte, pero nunca te olvidaré.

Gracias por tu amabilidad, gracias por tus ojos que me ayudaron a volar, gracias por seguir guiando a las demás personas perdidas como yo.

Podrías pensar, creer ser solo una enfermera o una anestesista haciendo su trabajo. Sé que instruida en la ciencia de la medicina, podrías razonar que fue la anestesia la que me sumió en aquel maravilloso sueño. Que no tengo nada que agradecerte, que tus ojos ni son tan azules ni pueden llevar a ningún sitio.

Pero creo que tú sabes, por el contrario, quien eres, conoces ya lo que yo supe entonces, no albergas duda de lo que somos, de que llevamos la divinidad en cada célula de nuestro cuerpo, en todo nuestro ser.
El amor, la paz que me transmitiste, anida en ti. No importa si estás en el momento de darte cuenta o no, eres especial y estás en el sitio oportuno para hacer aquello para lo que viniste al mundo.

Me diste la quietud que mi espíritu asustado anhelaba. Ahora sé que existen personas como tú que regalan a los demás esperanza y que nos recuerdan que no estamos solos.

En tus ojos azules encontré a Dios, al ser de luz del que todos estamos hechos. Diariamente Él nos habla, nos hace saber que no hay razón para preocuparnos.”Abandónate, me dijiste… Así, Él“me llevó en brazos” cuando no podía caminar sola.
http://creativecommons.org/ns#" rel="cc:license"> Safe Creative #0901132402048

41 comentarios:

  1. Me ha parecido maravillosa tu descripción de tan duros momentos. Y qué bueno tener una mano, unos ojos que te transmitan la paz que necesitamos en esos instantes... Abrazos, Libertad

    ResponderEliminar
  2. Ligia, gracias! He subido estas letras con mucha ilusión. Quería compartir con vosotros esos textos que escribo, que hablan tanto de mi sentir. Son la mayoría cantos de agradecimiento, y es que no me cansaré de agradecer. Siempre encontramos personas un poco más amables, un poco más generosas que son como regalos que la vida nos da para evitar la caída.
    Un abrazo muy cariñoso, querida amiga.

    ResponderEliminar
  3. has trasmitido tan bien lo que has sentido que ahora estoy llorando, si, es cierto a veces no quedamos con algo grabado.
    Me cuesta escribir mucho ahora porque has logrado emocionarme mucho, muy bonita tu carta, si algún día yo me despertaré, (de mi nube) recordaré tus manos y tu voz que son mi aliento durante esos días......

    ResponderEliminar
  4. Sabes mi Madre tenía ojos azules y me aportó mucho cariño
    me acuerdo de ella cada vez que hablan de ojos azules

    ResponderEliminar
  5. RELATO DE UN MOMENTO ANGUSTIOSO, QUE NO NOS GUSTARIA PASAR, PERO QUE BUENO ENCONTRAR ESOS OJOS, QUE ALIVIAN AL MENOS UN POCO ESE MOMENTO¡¡¡
    UN ABRAZO¡¡¡

    ResponderEliminar
  6. Jo, me has emocionado, que fuerte experiencia, pero es muy bella, eso suele pasar, las duras experiencias nos dejan muy buenos aprendizajes.
    Yo tambien tengo algunas.
    Un abrazo de luz

    ResponderEliminar
  7. Revelador relato y la emoción de notar esa sensación de quietud que te ilumina, a pesar
    de lo dura que es.
    Un beso

    ResponderEliminar
  8. Un relato sin desperdicio; la tensión de un momento decisivo en la vida de una persona que encuentra un bienestar indescriptible. Precioso relato Libertad, y magníficamente narrado. Un abrazo!

    ResponderEliminar
  9. Me has conmovido, no puedo decir más!
    Un beso enorme!

    ResponderEliminar
  10. Me has hecho recordar momentos similares, muy intenso y hermosamente relatado.

    Abrazos

    ResponderEliminar
  11. Querida Libertad, he vivido cada instante de esta historia, tan emocionante, tan real. Con tus palabras he sentido el dolor, el miedo, la indefensión y también el agradecimiento...Eres increible, amiga. Benditos ángeles que aparecen en nuestras vidas cuando más los necesitamos. Mensajeros de Dios que podemos reconocer si nuestro corazón está dispuesto.
    Te abrazo apretadito y largamente...

    ResponderEliminar
  12. Raquel, hermanita, como ves el amor de tu madre sigue vivo en otros seres humanos que nos regalan su amor desinteresado, que nos ofrecen sus manos y nos conmueve su actitud de entrega. qué privilegio haber tenido una madre amorosa. Ahora sólo falta su presencia. El amor persiste en ti, lo sé. Un cálido abrazo querida amiga.

    ResponderEliminar
  13. Silvia, gracias por tu aportación, por tu tiempo. Esos momentos que pasé son parte de lo que soy ahora. Conocer personas como aquella que apenas ví unos instantes te vuelven a la esperanza y a la vida. Es precioso compartirlo con vosotros y recibir comentarios tan llenos de lo mismo que recibí de aquellos ojos azules: mucho cariño y amor.
    Un gran abrazo Silvia.

    ResponderEliminar
  14. Marian, espero compartir contigo nuestras vivencias. Creo que eres una de las personas por esta vía a quién deseo conocer personalmente. Estamos en igual sintonía, querida amiga. ÉSta historia personal habla mucho de mí y de lo agradecida que estoy por seguir viva. Por eso, tu comentario y el de cada amig@ en ésta entrada son tan importantes para mí. Gracias por emocionarte porque habla de tu empatía y sensibilidad. Enhorabuena por tu entrada, ya te lo dejé en el comentario. Qué lindo, qué hermoso y qué poder tiene el abrazo!
    Espero te llegue el mío, mi querida amiga.

    ResponderEliminar
  15. Marbu77, GRACIAS por tus palabras, por venir y quedarte un ratito a "escuchar". Te dejo mi abrazo y mi agradecimiento en mayúsculas.

    ResponderEliminar
  16. Josef, valoro mucho tu presencia aquí y tu comentario a ésta entrada. Sabes lo que opino de la calidad de tu escritura. Es un aliciente muy importante las sinceras palabras que hoy me regalas. Gracias por valorar así éste texto que lleva parte de mis sentimientos escondidos entre las palabras. Un abrazo

    ResponderEliminar
  17. Edurne, ya has dicho mucho. Sé que viniste a leerme y que tu empatía te puso en mi lugar. Tu emoción me confirma tu afinidad conmigo y tu sensibilidad. Seguimos cerquita.
    Un abrazo

    ResponderEliminar
  18. M PIlar, camino del sur encontré una amiga que vino al Norte. Atravesamos ámbas el océano buscando el alimento vital de la otra. Gracias amiga, hoy tu comentario es muy importante para mí, por lo personal de la historia.
    Un abrazo

    ResponderEliminar
  19. Ay, Marysol, cómo me llegan tus palabras. Cómo has sabido comprender lo que viví, empatizando con el dolor y el sufrimiento y, sobre todo, con el agradecimiento. Y es, como tú dices, sólo podemos reconocer si nuestro corazón está dispuesto. Ya sabes que te he reconocido, querida amiga, bendito ángel.
    Sinceramente.

    ResponderEliminar
  20. Momentos muy difíciles por los que has pasado,pero hermosa experiencia, a veces un abrazo, una mirada de ternura valen mas que miles de palabras, yo creo en los ángeles, en la esencia del amor de los seres que nos aman aunque ya hayan partido, en la fuerza y paz que nos dan en momentos difíciles. Me alegra que estés bien. Saludos

    ResponderEliminar
  21. No puedo escribir Libertad.
    Es maravilloso, gracias muchas gracias...

    me voy feliz

    ResponderEliminar
  22. Gracias por tus palabras, Delfin. Comparto contigo cada una de ellas. El amor no muere. Gracias por tu alegría al saberme bie. Un abrazo

    ResponderEliminar
  23. Cecy, gracias a ti, amiga. Que me temblaban las manos al subirlo pero se que compartirme con vosotros solo me hace sentir más ojos azules junto amí cada día.
    Un abrazo grande.

    ResponderEliminar
  24. Libertad, linda... me has dejado con lágrimas en mis ojos y una gratitud eterna en mi corazón. He vivido tu historia. La he hecho mía. He recordado tres ocasiones donde unos ojos azules y una mano extendida, una palabra de seguridad y amor, llenaron mis momentos de incertidumbre. Me da mucho gusto que hayas pasado ese trago amargo, porque sigues con vida. Porque ves a Dios en cada detalle, aun en esos ojos que seguramente Él colocó a tu lado, porque sabía lo que necesitabas. Eso es maravilloso. Te dejo un abrazo "terapéutico". Un beso enorme. Gracias por estar y una vez más, por lo que transmite tu alma a través de tus palabras. Eres un sol.

    ResponderEliminar
  25. En momentos así, un pequeño consuelo es lo único que necesitamos. El miedo nos paraliza, la soledad nos invade, ese olor a hospital, todas las sensaciones que no sabes si serán las últimas... ese pequeño gesto se convierte en un mundo, en lo que falta para aumentar las ganas de vivir... y conseguirlo. Besos.

    ResponderEliminar
  26. Querida Libertad. No me funcionó el rss que me avisa de tus actualizaciones... no sé porqué... gracias por avisarme. No hubiese querido perderme este bello escrito por nada.

    Hiciste una descripción magnífica del momento... tengo que confesar que algo parecido ocurrió cuando mi primer hijo vino al mundo... Incluso me apenó la certeza de no ver su carita...
    La paz que también me invadió en aquel instante así como la "normalidad" con la que acepté marcharme... me dejó perpleja. Lejos de sentir ese miedo a la muerte, cuando crees que el momento ha llegado... se acepta, sin más. No hay dolor, no hay peso... lo describiste perfecto.

    Esos ojos... seguramente tras ellos estaba un angel que tendió su mano. Algunas de esas personas se cruzan en nuestra vida. Eres aforutnada de haber contado con ella, en ese momento tan dificil...

    Me hiciste llorar, al recordar y al imaginar...
    Un beso, linda.
    Natacha.

    pd.: Gracias por volver. Y gracias a esos ojitos azules...

    ResponderEliminar
  27. Intenso y profundo tu escrito, tus palabras me han emocionado, maravillosos ojos que transmiten paz, luz, y calor mucho calor.

    Un beso enorme.

    ResponderEliminar
  28. Estimada Libertad, sólo los grandes seres de espíritu bello son capaces de hacer un relato con tanta delicadeza en momentos tan difíciles para tí. Maravilloso relato de agradecimiento que guarda lo mejor de tu espíritu y de tu alma.¡Felicidades por todo Libertad! Te deseo lo mejor y te aseguro que después de leerte lo mejor está por venir. Te lo mereces.Un fuerte abrazo

    ResponderEliminar
  29. KAREEN, amiga, gracias por tu aportación. Me emociona especialmente cuando me dices:"La he hecho mía. He recordado tres ocasiones donde unos ojos azules y una mano extendida, una palabra de seguridad y amor, llenaron mis momentos de incertidumbre." Es tan bonito compartir así, verdad? Que recuerdes esa mano abierta también tú y agradezcas conmigo a la vida y a esas personas su aliento. Y al decirme "gracias por estar" me das aún más vida. No sé como agradecerte Kareen, eres bella, generosa y buena. Un gran abrazo

    ResponderEliminar
  30. Isabel, gracias por tus palabras, por tu tiempo al escucharme. ES, como tú dices "un pequeño consuelo" lo que más necesitamos en momentos así. Me alegra haberlo compartido porque veo que los que me comentais me aportais mucho, como aquellos ojos azules.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  31. Natacha, espero que esas lágrimas fueran de emoción por seguir viva, por poder recordar y agradecer que estás bién, caminando y aprendiendo. Me alegra que podamos compartir tanto, apreciada Natacha.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  32. María, amiga, "maravillosos ojos", como dices, los de las personas que siguen dándome su ánimo, su apoyo, su mano extendida, las que siguen en mi camino y las que, como tú, vienen al encuentro de una amiga.
    Un gran abrazo.

    ResponderEliminar
  33. Buff, ANGELA, yo no sé si merezco tus palabras. Me ha gustado tanto cuando dices: "lo mejor está por venir". Qué esperanzador, amiga, si a de venir, lo celebraremos JUNTAS!
    Un abrazo amiga.

    ResponderEliminar
  34. Me ha conmovido tu relato, quizá porque he vivido algo parecido. Se lo que se siente en esos momentos. Me gusta tu post, encantada de conocerte, te leeré siempre que pueda, un beso

    ResponderEliminar
  35. Libertad, he llegado un poco tarde a esta parte de tu casa, de ti. Pero me alegra de haberlo hecho hoy y descubrir junto a ti que los "ángeles" de ojos azules también existen y cuando creen estar haciendo solo su labor, resulta que despliegan sus alas y nos levantan con ellos.

    Eres una mujer fuerte porque aqui has desnudado tus pensamientos en un momento muy angustioso y no te viniste abajo. Además eres muy generosa, olvidaste tu sufrimiento para pensar sólo en el de tus hijos que podías dejar para siempre.

    Tu relato es aleccionador, supongo que podría ayudar a muchas personas que pasan lo mismo que tu pasaste en su momento. También pienso que este testimonio debería leerlo el personal sanitario para que descubran (si no lo saben aún) el poder tan grande que ejercen ante personas que se sienten en situaciones límites, indefensas y desprotegidas. Con miedo a la incertidumbre.

    Me alegra mucho que puedas contarlo ahora, con el tiempo, que todo saliera a la perfección y que sigas rodeada de tus hijos. La vida te sonríe....ahora me explico por qué tu nunca dejas de hacerlo.... :-))

    Un beso, amiga.

    ResponderEliminar
  36. Querida Bibi,una experiencia muy enriquecedora,sobre todo pudiendola contar en pasado,y disfrutando de tu vida y tu presente rodeada de tu preciosa familia. Que te ha hecho crecer por dentro y saber salir de ti para estar cerca del que sufre o del que es feliz y poder coprender y ayudar a ambos.Eres muy afortunada.Muchos besos

    ResponderEliminar
  37. Rita, gracias por venir. Aquí ya ves que todos compartimos, vienen personas buenas que me acompañan, abrazo, sonrío y ellas me devuelven multiplicado lo poco que les regalo. Me hace feliz compartirlo también contigo. Cuándo escribimos nuestro sentir es tan bonito notar las manos amigas...
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  38. Neli, siempre cerquita! siempre llegas a tiempo, querida amiga!. Y todo lo que me dices! Es curioso porque, sabes? me animaron a contar mi testimonio en una página, iniciativa de un escritor, experto en psicología positiva porque, como tú, creen que mi testimonio, sobre todo la actitud ante lo vivido, puede ayudar a otros. Me has animado a compartirlo aquí.
    Un gran abrazo, fiel acompañante de camino, feliz Domingo Neli.

    ResponderEliminar
  39. Ana, gracias por tu comentario, por tus palabras. Por querer dejar tu aportación que es como un abrazo para mí. Y cómo has sabido tú también ver en mi carta lo bueno útil y bueno que nos regala el sufrimiento.
    Un abrazo

    ResponderEliminar
  40. Conmovedora tu entrada, tus palabras. Que momentos mas amargos tuviste que pasar mi querida Libertad, pero siempre hay una mano, unos ojos o bien alguna palabra amiga, que nos ayudan a superar los momentos difíciles.

    Los Reyes en casa te dejaron un regalo que no recogiste, pásate pero lo tienes que buscar

    http://www.balovega.com/2009/01/y-llegaron-los-reyes-de-oriente.html

    Un abrazo

    ResponderEliminar
  41. Mi querida libertad, leí esto hace tiempo y creo que no te dejé comentario.
    No encuentro la dirección de tu blog, perdí muchas direcciones cuando se averió mi ordenador.
    Tu historia es dura, como ya sabes soy enfermera y eso lo he vivido muchas veces en otras personas y en mi misma piel.Intenta ponerte en contacto conmigo
    Te dejo un beso de ternura
    Sor. Cecilia

    ResponderEliminar

Aquí puedes dejarme una nota

Related Posts with Thumbnails